miércoles, 22 de junio de 2011

And I miss you

El caramelo termina de derretirse en mi lengua, del mismo modo que antes acostumbraban a fundirse tus labios sobre mi boca, con un regusto dulce que pasado un tiempo se vuelve amargo.

Y aquí estoy, con la amargura incrustada al paladar, en el mismo y único sitio en el que tú, curiosamente, tenías escondidas las cosquillas. Pensando en lo mucho que me divertía acariciarlo con la punta de mi lengua, delicadamente, deleitándome con tus risas ahogadas y el color rosado que se apoderaba de tus mejilllas.

Me gustaría volver a contemplarlo; tus suaves pómulos, el rojo de tu boca, la blancura de tus dientes. Querría ver de nuevo la hierba brillante en tus ojos. Porque, desde que te has ido, siento que todo ha perdido el color.
Sí, Cristina, no solo te has llevado mi corazón. Me has robado hasta el arco iris.

domingo, 19 de junio de 2011

Dancing in the deepest oceans

Se siente una persona nueva...
No. Nueva no. Una persona diferente, sí, pero infinitamente vieja. Decaída, apagada, con un enorme peso sobre los hombros.
–Sam... –Sarah se acerca, se agacha a su lado, rodea y mece su cuerpo encogido entre sus brazos –No puedes hacerte esto. Te estás haciendo daño... Todo ha pasado, no puedes hacer nada. Acéptalo, cariño... por favor.
No puede hacer otra cosa que asentir con la cabeza. Pero no lo siente de verdad. En realidad, se siente como una marioneta en la que alguien ha introducido la mano para actuar en su lugar durante los tres últimos días. Como si, desde la fatídica llamada, se hubiese limitado tan solo a observar cómo transcurrían las imágenes de su propia vida, manejadas al antojo de otra persona. El largo viaje en avión, cuyos pocos recuerdos posibles están envueltos en una espesa niebla negra, el velatorio, el funeral, los abrazos fríos, las palabras vacías, las lágrimas secas; incluso los besos de Sarah habían perdido su sabor.
Algo había nublado todos sus sentidos, y no era la pena por la pérdida. Era más bien... decepción. Sí, exacto. Decepción, por no haberle podido demostrar a esa persona a la que tanto había querido que ser diferente no significaba nada malo. Que aunque pudiese haber cambiado, en el fondo, seguía siendo igual que siempre.
Con los ojos empañados, se acerca más a Sarah, apoya su oreja en su pecho y se limita a escuchar el sonido acompasado de su corazón. Eso le relaja. Y quiere sentirse bien.
Por eso, se incorpora un poco, tira de su falda plisada, que no se ha quitado desde el día del funeral, se limpia el rímel corrido de los ojos con el dorso de su mano izquierda y le dedica a Sarah su mejor sonrisa, para después dejarse perder en el recuperado y delicioso sabor salado de sus labios.

Sam, Samantha se siente una persona diferente. Una chica un poco diferente, sí, pero que ha tenido la suerte de encontrar el amor en este jodido mundo.

viernes, 10 de junio de 2011

Inocencia

"Sí, le quiero. Adoro sus camisas de cuello y puños almidonados y la forma en que se abrocha mal el chaleco. Es alto como una jirafa y por eso le quiero. Le quiero porque es esa clase de tipo que se emborracha con un vaso de leche, y me gusta el modo en que se ruboriza hasta las orejas. Le quiero porque no sabe besar, ¡el tonto! Le quiero, Joe. Es lo que intento decirte."

Barbara Stanwyck en el papel de Sugarpuss

(Bola de Fuego, 1942)

sábado, 4 de junio de 2011

Walk the Line

Acabo de ver la película En la cuerda floja, que cuenta la vida del cantante Johnny Cash. El caso es que, aunque el texto que he escrito es mío, ha sido inspirado por la película en parte, y creo que había que decirlo. Así, de paso, os la recomiendo :)




Puede que todo dé igual, porque ya no le importes a nadie, porque ya no te necesiten. Pero, ¿sabes? Yo sí te necesito. Y eso debería bastarte, debería ser motivo suficiente para no darlo todo por perdido. Para seguir adelante, luchando por abrir los ojos de nuevo y no abandonar a la única persona que ha sido tan estúpida como para, una vez más, volver a perdonarte. Tan estúpida como para seguir aquí, retirándote el pelo húmedo de la frente mientras murmuras palabras inconexas desde la profundidad de la inconsciencia. Tan estúpida como para seguir defendiéndote, luchando por ti y librando todas aquellas batallas que dejaste perdidas. Tan estúpida como para seguir pensando que merecía la pena quererte.

Sí, eso es lo que pienso mientras contengo las lágrimas, sentada en el borde de tu cama, intentando devolverte la vida que tú mismo te has arrebatado. He acabado con tus botellas, algunas derramadas, tiradas; otras bebidas hasta la última gota. He intentado usar tu mismo analgésico para aliviar la pérdida que se me viene encima, la que tú me estás causando. Claro, que no soy como tú, y mis penas permanecen donde están, en ese lugar tan cercano al corazón. La mayoría, con tinta indeleble, llevan grabado tu nombre. Me levanto para dejar descansar la última botella cuando por fin, comprendo que mi dolor es inamovible.
Y justo cuando lo doy todo por perdido, cuando estoy a punto de abandonarte, de salir de esta casa infernal y correr a refugiarme entre los brazos de alguien que sepa hacerme sentir bien, tus palabras cobran sentido, pronuncias mi nombre y tus dedos fríos pero vivos se ciernen alrededor de mi muñeca, al mismo tiempo que un sentimiento llameante me pide desde tus ojos despiertos que me quede aquí, para siempre, a pesar del daño, a pesar del dolor; a pesar de todo.


Y lo hago.

viernes, 3 de junio de 2011

La realidad es una jaula

Acabó arañando retazos de realidad, para poder salir de ella. Su mundo era una habitación con aparentemente frágiles paredes de papel que, a la hora de la verdad, no se rompían.
Ella quería escapar y, de haber podido, habría echado a volar atravesando el techo inexistente de su conciencia. Más allá le esperaba la fantasía, trozos de mundo nuevo y diferente, mundo oculto tras muros de papel espeso. Por eso los arañaba; poco a poco su furia, su descontento, su inconformismo... iban escarbando franjas en la pared, que algún día, a base de sueños, crearían un agujero lo suficientemente grande como para poder salir de su encierro.